jueves, 4 de diciembre de 2008

Como cualquier día




7:30am, otra vez ese estridente ruido, el despertador. La sensación de inestabilidad, de frío. La pereza me puede y decido que el estridente ruido vuelva a sonar en 15 minutos. Quince minutos de paz. Y otro sobresalto, me levanto de la cama preguntándome cuando conseguiré dormirme antes de las 2:00am. Mis zapatillas no están donde siempre, siento el frío del mármol en mis pies. Conectar la estufa, salir de mi habitación al aseo. Mi reflejo en el espejo. No podía tener peor cara. A la cocina, beberme la leche de un trago, fregar, y mis manos heladas. Se me cae la taza al suelo, mierda. Barrer los trozos rotos de cristal. Mi taza favorita casi tan rota como yo. Miro al pez, los peces me relajan.

Quitarme el pijama tan cerca de la estufa que me quema la piel del muslo. Duele. Salir a la calle con mucha ropa, bufanda y guantes. Ni rastro del Sol. Esperar el autobús que parece no tener prisa en llegar. Bajar donde siempre y andar 6 calles hasta llegar a clase. Todos están ahí antes que yo. ¿Pero a qué hora se levanta esta gente? Igual es que tienen calefacción.

No encuentro compañerismo. Vuelta a casa, por fin. Comer, sola. Pasar el rato en Internet. Retocar fotos, hablar con gente. Me aburro. Veo capítulos de mi serie favorita, me sé los diálogos. ¡Qué tarde tan larga! Por fin noticias tuyas. Sonrío. Vuelvo a esperar el lento autobús. Ahí estás, te veo de espaldas, de perfil. Que guapos eres. Sonrío. Estás estresado, menudas semanitas nos esperan. Tomamos café. Te escucho. Hoy es el día de los malos días. Tengo el corazón en la garganta. ¿Por qué te hablo tan mal? Sé que no es tu culpa, lo siento. Nos vamos a mi casa, autobús. Qué humor tan cambiante tengo. Quisiera dormir contigo. Contestaciones raras, abrazos, besos. Gracias. Ya no estás. Mi cena fría en el horno, demasiada hambre como para esperar que se caliente. Ordenador, mi diálogo favorito. Me voy a dormir, vueltas.. Creo que me duermo antes de las 2:00am. Al fín.


7:30am, otra vez ese estridente ruido, el despertador. La sensación de inestabilidad y frío. Hoy no me tomo quince minutos de paz, hoy dejo al cuerpo que se tome los minutos que le hagan falta. Diez de la mañana, sol en mi habitación. Ducha caliente. Tostadas, música... Hoy me apetece esperar con optimismo a verte mañana. Mañana nos contagiaremos la risa.






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