viernes, 7 de octubre de 2011

pasa y pesa

A veces las situaciones nos superan. La vida es injusta y nadie puede cambiarlo.
Mi madre perdió su trabajo este verano y yo me sumí en la mierda, un estado de ánimo bastante depresivo y destructivo tanto para mí como para los que me rodean. La verdad es que me creía muy desgraciada. Escuchaba conversaciones telefónicas en las que mi madre contaba que estaba en el peor momento de su vida, todos en paro y acostumbrados a otro tipo de vida... No había manera de que viera un mínimo de luz en la situación. La vida es injusta repito. Y está cabreada. Así que supongo que intentó demostrarme que no era tan desgraciada como yo creía, y una tranquila noche de sábado, mientras veía la tele, llegó la noticia. Mi abuela sufre una hemorragia cerebral grave. Mi madre viaja a Albacete en plena noche. Se mantiene estable, pero está en peligro. Tras 20 días le dan el alta. Qué alivio, pensé, todo va a volver a la normalidad. Mi madre se ha convertido en cuidadora 24 horas al día. Mi abuela pierde la movilidad, a penas puede hablar. Su cerebro está atrofiado. Hay que hacerselo todo, ella sólo puede limitarse a mirar, porque es consciente. Mi madre dice que no tiene vida, cosa que demuestran sus ojeras. La vida es injusta.
Mi novio tiene que marcharse a estudiar. Mi punto de evasión parte a otro lugar durante este curso. Siempre quedan las amigas, aunque a las mias haya que pedirles cita previa. No es agradable eso de sentir que necesitas YA a alguien, y que nadie esté disponible o lo suficientemente cerca.
No me quieren para ningún trabajo, ni siquiera me dan la oportunidad de probar.
Tengo 22 años y, hoy, me pesa la vida.