lunes, 20 de septiembre de 2010

Verano

Creo que nunca antes tuve tantas ganas de que fuera verano. Y eso que el calor me pone nerviosa, enfadica y me da por gruñir. Tampoco nunca antes me había propuesto y cumplido, no tener nada que estudiar para verano. Porque quería que fuera ese verano.

Donde el calor se aliviara en tu piscina, o en mi casa de la playa. Predominan las uñas de colores, las narices rojas y los ojos claros. Un día hasta elegí mis canciones de verano. Para esos días en que un coche es suficiente para creer que el mundo es tuyo.

Y se me calaron los huesos en un parque de atracciones. Se me congeló la lengua con una tarrina de helado de nata mientras sentada en el suelo, te observaba tocar la batería. Dibujé que te dibujaba durmiendo. Fotografié las nubes desde la ventanilla de un avión. Volví a ver las seis temporadas completas de sexo en nueva york, con la compañía y la risa de mamá.

Toqué el piano. Me fotografiaste sin ropa a contraluz. Me subí a lo alto del Riesenrad de Viena. Corrí por la gran vía y desayuné en Starbucks. Conseguí una foto con Bugs Bunny. Me compré un vestido rosa y unas sandalias con lazos blancos.

Vi tres películas en un mismo día. Compré libros de segunda mano. Te enfadaste conmigo, me enfadé contigo y nos dimos un beso delante de la crepería que huele a mermelada. Escuché la banda sonora completa de Amelie. Rescaté mis libros de la clase de francés.

Aprendí a tirarme de cabeza en la piscina. Me bañé en un río. Perdí un pez. Hice pulseras de colores y se me pelaron los hombros. Vendí mis videoconsolas y sus juegos. Perseguí a un pato. Pinté mi habitación. Escuché Moon River muchas veces seguidas.


Y hasta creo que la bailé.